lunes, 12 de octubre de 2009

Si sientes dolor, estás viva

De vuelta a casa, Sara camina lentamente. El amor entre dos personas… ¿Como cuál? ¿Como el de las películas? No existe el príncipe azul, ni siquiera la princesa suspirante. Eso hace mucho tiempo que murió. Ahora son todo personas que se encuentran y se separan tan rápido que apenas da tiempo de verlos. Y eso, para una romántica como ella, es una frustración más, una gota más de desesperación. Mayor mediocridad.

Hay una imagen que se le aparece en la mente. Entonces, se tiñe de rojo, pura rabia, otra vez la desesperación. Amor… El amor sólo existe para los ilusos como ella.

Ya en casa, su almohada, vieja amiga, la recibe puesta a punto para recoger sus lágrimas. Al fin y al cabo, ella nunca la abandonará. Le gusta llorar. Es el único momento en el que siente que todavía le queda algo dentro.

Nunca piensa en el suicidio. Es decir, sí que piensa, pero siempre para rechazarlo vehementemente. ¿Qué cambiaría eso? Nada. Ni aquí, ni en otra vida, si es que la hay, va a encontrar otra cosa que no sea mediocridad. Y vacío. Nada. O lo que es lo mismo, ausencia de todo. Eso no lo va a cambiar la sangre brotando de sus venas, un cuello partido, un cuerpo colapsado por alguna droga. Además, ella sigue queriendo a la gente. Queriéndola tanto como para no poder pensar en la posibilidad de abandonarlos. Es un amor enfermizo y dependiente, pero es ese amor el que la mantiene aferrada a la vida, y por ello ama, y ama con gusto. Ama aunque eso la desgarre por dentro. Si sientes dolor, estás viva. Si sientes dolor, estás viva… Es una cantinela que recita día tras día, sin descanso. Cuando aparentemente está escuchando interesada la clase, o charlando animadamente con algún conocido. Cuando ríe a lo que parecen ser carcajadas. Cuando consuela a alguna amiga. Cuando sonríe tiernamente. Todo le duele, pero eso la hace feliz.

Porque si duele, es que sigue viva.

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