martes, 22 de diciembre de 2009

Singing in the rain

Me gustan los días de lluvia.

Porque cuando miras al cielo, puedes ver que el cielo también sufre. Que a veces está tan agitado que echa chispas, y resopla, y llora a mares. Que sabe que llorar es bueno para limpiar, aunque resulte molesto y los demás te traten diferente. Que no debes tener vergüenza de llorar, porque eso significa que estás en continuo movimiento, que te pasan un montón de cosas, que lo que te rodea te afecta y que afectas a los demás.

Y pasear bajo la lluvia es de lo más delicioso que hago en esta vida, eso sí, siempre acompañada de un buen paraguas y un buen par de botas, siempre bien armada para no desfallecer ante la agitación ajena.

Me gustan los días de lluvia porque son como yo.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Suspiro

No podía soportarlo más. Se acercó a ella, sin saber qué hacer. Es decir, sí sabía qué hacer, pero no sabía si debía hacerlo. Las lágrimas de Bloom eran una orden superior que no podía desobedecer. Suavemente, la cogió del hombro, le dio la vuelta y la abrazó fuertemente.El primer impulso de Bloom fue deshacerse del abrazo, pero también ella se dejó acoger por él. Siguió llorando con fuerza, pero ahora Boreman la sostenía. Le acarició el pelo y le susurró palabras de consuelo.Pasado un rato, Bloom se quedó seca. Entonces se separaron y se miraron a los ojos. Boreman los cerró enseguida, como temiendo lo que podría hacer si los mantenía abiertos. Bloom, los ojos brillantes, las manos temblorosas, se acercó a él, hasta colocar su boca al lado de su oído.
-Robert...-aquella palabra sonó como un suspiro.

Amy se encontraba en la cafetería tomando un refresco. Lo sorbía a través de una pajita con gesto de concentración. Las implicaciones de lo que creía acabar de haber descubierto eran peligrosas. Su razón y su mente se retorcían buscando la lógica en aquel asunto. Era imposible, claro. Las leyes humanas no están hechas para el corazón.Cuando acabó su refresco, se quedó con él en la mano, mirándolo fijamente. Nada tenía explicación. Pero era su amiga. Ella la conocía; aquello tenía que ser importante. Es decir, Bloom no había tenido más remedio. ¿Cómo había dicho...? “¿Cómo te sentirías, Amy, si te dieras cuenta de que sientes algo muy fuerte por una persona, pero el solo hecho de pensar en tener algún tipo de relación con esa persona fuera impensable?”Amy no podía imaginárselo siquiera. Tenía que ser tan difícil... Ahora entendía muchas cosas. Imágenes de una ojerosa Bloom pasaron a través de su mente. Amy se mordió el labio para contener las lágrimas.

En la habitación, Boreman, a pesar del tremendo esfuerzo que le supuso, había dado un paso atrás para librarse del hechizo cautivador de Bloom. Con los puños apretados y los hombros hacia arriba a causa de la fuerza que tenía que hacer, se puso de espaldas a ella.
-Basta. Basta, por favor.
Bloom, como si fuera un robot pre-programado, volvió a acercarse.
-Robert...-le susurró al oído, en tono de súplica.
Él apretó los dientes. Ella era una hechicera, y él no podía resistirse a su magia.
-Te lo pido por favor-su voz era como la de un chiquillo asustado.Se dio la vuelta para mirarla de frente. Ella negó con la cabeza. Se acercó a él y, con tanto mimo como quien toca un tesoro, posó sus manos en su pecho. Boreman tembló. Bloom le miró, con aquellos ojos azules de cielo infinito y pacífico, y posó sus labios sobre los suyos, en un beso fugaz pero tierno.
-Bloom...-suspiró él esta vez.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Burbuja

De pequeña, y no tan pequeña, quería ser esa cosita tan mona de coletas rubias y ojos y vestido azules que combatía a los malos muy graciosamente y hablaba con las ardillas, y tenía dos hermanas, y juntas formaban las Supernenas.

De pequeña, y no tan pequeña, me encantaba jugar con agua y jabón y ese artefacto con forma de aro que, si soplabas a través de él, creaba montones de pompas y pompas que a veces eran de colorines si les reflejaba el sol y que, si tenías cierta maña soplando, le podías dar alguna forma distinta a la esfera transparente de siempre.

De pequeña, y no tan pequeña, me lo pasaba en grande soplando el chicle para formar globos más y más grandes, tan grandes que, si te explotaban sin que los controlaras, se te quedaban pegados a la nariz. Tal vez mi récord fueron veinte chicles, y no de los pequeños, de una sola vez. Me salió un globo perfecto: era enorme, me tapaba media cara, ¡y logré meterlo adentro sin que se me explotara!

De pequeña, y no tan pequeña, deseaba vivir en una burbuja de plástico, como los hámsters, aterrorizada por los miles y miles de microscópicos bichejos con enormes colmillos y ojos inyectados en sangre (¿alguien ha visto Érase una vez... el cuerpo humano ?) que podían atacarme y, lo que era aún peor, ponerme enferma. Además, en mi burbuja de plástico, los golpes rebotarían, y nadie me molestaría porque no podrían llegar a mí.

Ahora que no soy pequeña, descubro que las Supernenas no pueden con todos los malos; que las pompas de jabón, de efímera existencia, acaban explotando; que el chicle se te pega al pelo, y que las burbujas de plástico no son muy prácticas para vivir y, además, no protegen de todo en esta vida.

Aún así, a fuerza de creer en las burbujas, he ido creando la mía propia. Es mucho más transparente que las de plástico -algunos la llamarían invisible- y mucho más etérea, aunque por desgracia no tan efímera, que las de jabón. Con lo cual, aunque desde el exterior creas que has logrado pasar a través de ella, que me has alcanzado, desengáñate; no lo has hecho, no.

Como la vida es difícil con las personas-burbuja, no mucha gente perdura a su lado. Como no les resulta fácil relacionarse con su entorno, las personas-burbuja son independientes y poseen un universo propio, así que a la larga no creen necesitar el real.

Pero un bichejo de aún más feroces colmillos y ojos más malévolos ha logrado burlarse, y ha anidado en mi corazón.

¿Alguien viene a salvarme de mi propio yo?

miércoles, 14 de octubre de 2009

Los señores feos dicen cosas malas de mamá y mamá

¿Por qué? Los señores feos dicen que mamá y mamá no se quieren. Dicen cosas malas, como que son abobinables, contractura y cosas así. Yo no creo que mamá y mamá sean nada de esas cosas malas que dicen los señores feos. Yo creo que mamá y mamá son guapas, y son buenas. Me sonríen siempre, me dan mimos y su voz suena bonita. Huelen a vainilla, ñam, ¡me encanta la vainilla! Los helados están tan ricos...¿cómo puede ser que si mi mamá y mi mamá huelen a rico puedan ser todas esas cosas malas que dicen los señores feos? Gritan mucho, los señores feos. Siempre están a la puerta de nuestra casa, y a veces hasta nos tiran cosas. Como Felipe Hurtado. Felipe Hurtado siempre me tira cosas, y de las coletas, y me hace de rabiar. Yo lloro, y grito, o a veces le saco la lengua, pero él nunca deja de decir y hacer cosas malas. Felipe Hurtado sí que es malo, y no mi mamá y mi mamá. Ellas tienen los ojos bonitos. Mamá los tiene azules como el cielo, y mamá marrones como la tierra del jardín. En el jardín juego por las tardes después de volver del cole. Me encanta soñar que soy una princesa encerrada en una torre a la que viene a buscar un oso gigante de peluche. Pero hoy los señores feos me han fastidiado el juego. Justo venía el oso gigante a buscarme cuando un señor feo, de los más feos de los señores feos, ha entrado al jardín, sin pedir paso a mi mamá ni nada, y se ha sacado un hierro con forma rara. Mi mamá de los ojos azules ha puesto una cara que casi me ha hecho llorar, porque creo que es la cara que se me pone cuando mi mamá de los ojos marrones me apaga la luz por la noche, y yo creo que los monstruos del armario saldrán a por mí. Menos mal que mi mamá de los ojos azules siempre viene, y me enciende la luz, y me lee un cuento y luego yo sueño con cosas bonitas, de colores. Pero hoy mi mamá de los ojos marrones ha puesto mi cara de los monstruos en el armario, y entonces ha habido un ruido muy fuerte y yo me he puesto las manos en las orejas y me dio mucho miedo.

Creo que estoy teniendo uno de mis sueños bonitos de cuando mi mamá de los ojos azules me enciende la luz y me lee un cuento; doy pasitos por las nubes y caras de personas que no conozco, pero que no son feas como las de los señores feos, me sonríen y me cogen en brazos. No veo a mi mamá de los ojos azules ni a mi mamá de los ojos marrones, pero seguro que pronto vendrán a buscarme, para reñirme por mancharme jugando en el jardín.

lunes, 12 de octubre de 2009

Si sientes dolor, estás viva

De vuelta a casa, Sara camina lentamente. El amor entre dos personas… ¿Como cuál? ¿Como el de las películas? No existe el príncipe azul, ni siquiera la princesa suspirante. Eso hace mucho tiempo que murió. Ahora son todo personas que se encuentran y se separan tan rápido que apenas da tiempo de verlos. Y eso, para una romántica como ella, es una frustración más, una gota más de desesperación. Mayor mediocridad.

Hay una imagen que se le aparece en la mente. Entonces, se tiñe de rojo, pura rabia, otra vez la desesperación. Amor… El amor sólo existe para los ilusos como ella.

Ya en casa, su almohada, vieja amiga, la recibe puesta a punto para recoger sus lágrimas. Al fin y al cabo, ella nunca la abandonará. Le gusta llorar. Es el único momento en el que siente que todavía le queda algo dentro.

Nunca piensa en el suicidio. Es decir, sí que piensa, pero siempre para rechazarlo vehementemente. ¿Qué cambiaría eso? Nada. Ni aquí, ni en otra vida, si es que la hay, va a encontrar otra cosa que no sea mediocridad. Y vacío. Nada. O lo que es lo mismo, ausencia de todo. Eso no lo va a cambiar la sangre brotando de sus venas, un cuello partido, un cuerpo colapsado por alguna droga. Además, ella sigue queriendo a la gente. Queriéndola tanto como para no poder pensar en la posibilidad de abandonarlos. Es un amor enfermizo y dependiente, pero es ese amor el que la mantiene aferrada a la vida, y por ello ama, y ama con gusto. Ama aunque eso la desgarre por dentro. Si sientes dolor, estás viva. Si sientes dolor, estás viva… Es una cantinela que recita día tras día, sin descanso. Cuando aparentemente está escuchando interesada la clase, o charlando animadamente con algún conocido. Cuando ríe a lo que parecen ser carcajadas. Cuando consuela a alguna amiga. Cuando sonríe tiernamente. Todo le duele, pero eso la hace feliz.

Porque si duele, es que sigue viva.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Less than bad

One of the most painful feelings is deception. When someone you appreciate and admire, even idealising him/her, disappoints you one day, you feel it like a shot direct to the heart. If that affect and admiration are big, the pain is even bigger. But Ana knows well the pain. It's her tireless partner. She's glad to receive it; it has become her best teacher. That's why she walks without a single doubt direct to that pain.

She opens the door carefully once she has assured herself there's no one around. She can't come into, but she can look Rafa pouring some water on his face, with a rutinary gesture, and he looks at the mirror. His face is sad, of a devastating sadness. Ana feels a stab of pain in her heart. Why is he like that?

Rafa finds out, thanks to the mirror, that she's looking, and her worried face. He feels guilty again. It's unfair that she feels like that for him. Though a part inside him jumps selfishly with pure joy.
-Ana-he just says.
-Err...-Ana doesn't know once she's found out-. I came to look how you were.
-And how am I supposed to must be?-he answers, and it seems like he's talking to himself more than to her.
-You had a horrible face-she replies, like excusing herself.

Rafa doesn't answer. He leans on the washbasin, and looks at her. Ana feels vulnerable with that look, so intense. He can't be looking at her that way; it seems as if...
-Then are you alright?-she says, more to break the uncomfortable-at least to her-silence.
-Less than bad-he answers



Extract from "Always pretending" (2006-2008)