viernes, 18 de enero de 2013

Disfraces.

    Una chica camina tranquilamente. Dirías que está contenta porque lleva su chupa negra y cómoda hace poco estrenada, y el gorro y la bufanda que su madre le hizo con lana de colores fríos, sus favoritos. O porque camina bajo la lluvia empapándose, algo que siempre le ha encantado. O porque va escuchando música con sus cascos buenos, esos que te dejan apreciar todos los detalles de una canción. O porque en tiempos difíciles tiene medios para estudiar lo que le gusta. O porque todavía existe gente que a pesar de sus muchos defectos sigue apreciándola. Porque en general es una privilegiada en este mundo de horrores y faltas.

    Pero entonces te acercas a ella, y ves que hay más gotas resbalando por su cara que las de lluvia. Y si las miras fijamente, ves lo único que ve ella cuando escudriña realmente en el interior, la esencia misma de su alma.

    Un transparente vacío.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Hook.

I see you
Everywhere I look
I wish I could
Hold on to a hook
That kept me still
When I want to fall
Through the abyss
Dark, deep and blue
Of my own soul.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Rutina.

¿Sabéis lo que es vivir con una tenaza al cuello, ahogándoos todo el tiempo? Yo sí. Se llama nudo en la garganta, y su madre es la angustia.

Sin oxígeno, las células mueren. Puedes aguantar sin respirar más o menos, pero si no coges aire llegado a un límite, no perdurarás.

Mi tenaza, lejos de abrirse, parece cerrarse en torno a mi yugular más y más.

Y día tras día, al despertar, al levantarme de la cama, al caminar, al hablar, al mirar fijamente a un punto en la lejanía que nadie más ve, una pregunta martillea mi mente sin cesar:

¿Hasta cuándo?

domingo, 28 de octubre de 2012

¿Y qué hago con esto?

Tú vives tu vida. En esa sucesión de días y acontecimientos conoces a una persona. Sin darte cuenta, esa persona se vuelve especial.

Estás jodido/a.

Los años y ciertas experiencias te han convencido de que el tiempo es corto y decides arriesgarte. Tienes miedo de perder una preciosa amistad.

Pero lo dices. Te sinceras. Lo sueltas.

Y entonces, el golpe.

Un historial de fracasos en una vida sentimental nula te han curtido para encajarlo. Incluso sonríes. Sobre todo porque no has ganado, pero tampoco has perdido.

Y mientras intentas con todas tus fuerzas fingir que vuelves al principio, hay algo dentro de ti que ahora no tiene sentido. Un trocito de ti que ha perdido su propósito. Y es grande, y fuerte, y te empuja desde dentro con intensidad. "¿No lo entiendes? Debes dejar de existir", le suplicas. Pero como riéndose de ti, te hiere en lo profundo.

Quieres deshacerte de ello. Pero eres tan incapaz de hacerlo como de arrancarte un brazo.

Porque es parte de ti.

Así que, dime, ¿qué hago?

martes, 3 de mayo de 2011

Frío


    Labios sabrosos. Un olor incitante... La bruma del alcohol le impide dudar mucho más. Esta noche, sí. Esta noche ella se divertirá… Se abraza con un ansia poco común. Él parece igual de hambriento. Con eso bastará.

   A sus espaldas, alguien intenta amortiguar el ruido de su corazón partiéndose en pedazos. El dolor llega al cerebro, y por un momento se le nubla la vista. Busca donde sentarse, lo hace. Respira hondo. Le sigue doliendo. No quiere hacerlo, pero inevitablemente alza la vista y la dirige hacia… Por primera vez en siglos, siente una lágrima abriéndose paso.

    “¿Por qué?”, se pregunta ella. “¿Por qué lo estoy haciendo?”, piensa mientras su boca sigue devorando. El rojo brillante que bebe gota a gota es suficiente para enloquecerla. Pero su sabor dulzón, en realidad, empieza a darle náuseas.

    Cómo es posible, se lleva él las manos a la cabeza. Cómo es posible que duela tanto. Es una espiral de fuego que le horada sin piedad. No puede ser cierto.

   Empieza a darle calor. ¡Calor! Ella odia el calor. Odia hasta el hervir de su propia sangre. Recuerda una caricia congeladora… Se está poniendo enferma. Tan sólo es un trozo de carne. Debió haber sabido que no era suficiente.

   Si tuviera aliento, empezaría a faltarle. No es un dolor cualquiera. Es infinito, inmemorial… Eterno. La ve apartarse, como con asco, con la boca aún rebosante. Pero no le duele menos.

    Se precipita en el baño. Escupe. El sabor  afrutado empieza a quemarle la lengua. ¿En qué demonios estaba pensando? No, no en un demonio. En un ángel… Un
ángel de hielo. Cae acurrucada en el suelo mientras le echa de menos.

    ¿Por qué? Había olvidado lo que eran los sentimientos. Lleva demasiado tiempo sin experimentarlos. Es ella la del rubor en las mejillas, la del brillo en los ojos, la de la respiración acompasada. La del latir en el corazón. La débil humana. Pero es él el que siente el dolor insoportable mientras ella se pasea tan campante.

    Se levanta, algo débil. Ese azucarado ha cogido más de lo que debía. Maldición. Tal vez no le queden fuerzas para… Frío. Piensa en el frío. Se repone casi al instante, y echa a andar.

    Una vez casi la prueba. Ella parecía esperarle a él, anhelante. El latir de su corazón le atronaba los oídos. Pero sintió curiosidad. Se acercó poco a poco. Ella no se movía, quizá temiendo echarle atrás. El calor que desprendía su cuerpo le sofocaba, pero se acercó un poco más. Alargó la mano y la dejó caer, en una caricia lenta y tentativa que descubrió todos los rincones de su cuerpo. Ella, como cualquier humano, suspiró. Pero lejos de airarle, como otras veces, le gustó su aliento. Se dejó impregnar cada poro con aquel olor asombrosamente bueno. Había disfrutado, y por ello la dejó con vida.

    Habían sido meses persiguiéndole, llorosa, desesperada. Quería revivir aquella experiencia. Lo necesitaba. El ángel de hielo era lo único que ocupaba su mente desde entonces, y sus movimientos suaves y elegantes lo único que veía. Él supo enseguida lo que intentaba, pero permaneció indiferente; no la veía, no existía para él. Después de un tiempo, probablemente harto de su constante presencia, le dirigió una mirada. No hizo falta más. Ella lo comprendió todo. En aquel instante, murió. Seguías respirando, pero estaba muerta. Hacían una extraña pareja… El vivo en la muerte, y la muerta en vida.

    Basta. Esto no es lógico. ¿Qué debe hacer para que pare? Sea lo que sea, lo hará. ¡No puede seguir doliéndole! Se levanta, y medio enajenado empieza a buscar. Fluye entre la gente tan ágil como siempre, pero un rumor de angustia le susurra al oído.

    Allí está. ¡Oh, allí está! El ángel de hielo. Sus ojos tienen un brillo metálico. ¿Brillar, los ojos del ángel? Si siempre han sido de una perfecta bruma gris… Sabe lo que tiene que hacer. Con una uña, marca una línea en su cuello. Brota.

    El rugido del ángel produce un eco de milenios.

    Mientras beben y beben en una orgía de sensaciones sin nombre, ella murmura una nana, él se deja ahogar por el mar de sus ojos, en un remanso de paz. Y ella… bueno, qué decir de ella…

    Frío.

lunes, 2 de mayo de 2011

Respira...


Es curioso pensar

Cómo al desgarrarme la piel

Todo tu cuerpo palpita.

Es divertido pensar

Cómo el crujir de mis huesos

Sin saber por qué, te anima.

Es alentador pensar

Cómo al arrancarme el corazón

De placer tu boca suspira.

Es excitante pensar

Cómo al sorber mi sangre

Ríes, enloqueces, te inspiras.

Una convulsión más.

Respira…

“¡Loca! ¡Morbosa!

¡Incluso…masoquista!”,

En mi cabeza los ángeles gritan.

La risa lunática

Proviene de mis entrañas.

No les oigo…

Anda, ven y mátame

Para darme la vida.

Llanto de sangre

Dio un salto para esconderse de la luz brillante de una farola . Con sólo que se hubiera dado la vuelta en ese momento, la habría visto. Y no debía hacerlo.

“Sofía” significa sabiduría en el griego clásico. Estaba harta de oírlo desde que era una cría. Pero ¿el nombre afecta la persona? Tan sabia no podía ser, si ese cerdo la estaba engañando con otra. ¿Quién podía ser? Seguro que una niña pija, de las de los rizos monos, la mirada cándida y las pestañas-abanico. Al muy cabrón siempre le habían dado morbo esa clase de lolitas. Sofía no era una de esas tontas que lloran por nada, pero tenía corazón. Y nadie iba a pisotearlo.

Le siguió hasta un parque. Colocada a una distancia prudente, sólo distinguía su silueta. Hasta que se convirtieron en dos. ¿Aquella era? Sí, por los movimientos, sin duda. Se sentaron en un banco. Tocaba esperar.

Oh, qué lindos. Agarraditos de la mano, abrazaditos, haciéndose arrumacos. Puag. Le llega a echar la baba de esa manera a ella y se habría reído en sus narices, si no alguna cosa peor. Qué asco…

Terminado el espectáculo, vio que se separaban. Se le dibujó una sonrisa. Maligna. Calculadora. Perfecto.

Sofía llevaba su uniforme de guerra, iba vestida para la ocasión. Sus botas, enormes para sus pies, y bastante pesadas, que sin saber por qué aquella noche no hacían ruido. Su gabardina de cuero, ajustada, negra, que se abría un poco por debajo y ondeaba al caminar. Formaban una magnífica escena digna de la mejor película: la muchacha ingenua, ignorante, perseguida sin saberlo. Y ella detrás, con pasos firmes pero sigilosos.

¿Un callejón? Aquella chica era tonta, pero tonta hasta el extremo. Le estaba sirviendo la oportunidad en bandeja… Aunque era un pelín “típico-tópico” para su gusto. En fin.

Suavemente, como con una caricia, se sacó la Kalashnikov. Suspiró. Vieja amiga… Con cuidado de no ser descubierta, apuntó. En ese momento, la chica se dio la vuelta, y Sofía apretó el gatillo.

Montones de diminutos cristales salieron disparados, y Sofía aulló de dolor cuando la mayoría se incrustaron en sus ojos. Estaba ciega. Pero en la fracción de segundo anterior, le había visto la cara. La misma cara menuda, los mismos ojos abiertos por la sorpresa, los mismos labios carnosos. Los mismos rizos negros. Y el ondear de una gabardina.

Ahora que estaba ciega por fin podía ver con claridad.

Ploc. Ploc. Ploc. Auténticas lágrimas de sangre caían a sus pies. A tientas, se llevó la mano al bolsillo, y de él sacó una foto. Dos figuras sonrientes. Una le pasaba el brazo por encima del hombro a la otra.

El mechero hizo “click” al encenderse. La sujetó hasta que se le quemaron los dedos y la dejó caer.

Bum. La puerta da contra la pared al abrirse de repente. Sofía coge aire de golpe al despertarse bruscamente. Las chicas… su peculiar despertador.

No sabe qué va a hacer hoy… pero sí lo que no quiere hacer nunca.